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De palo a proyecto

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COMENZAMOS

    Hacía apenas un año desde que el roble albar ( Quercus robur ), protagonista de la aventura de hoy, había sido recolectado. Corría ya el mes de marzo de 2.014 y, tras haberse asegurado el arraigue, era hora de comenzar a trabajar pensando en el futuro de la planta. Este árbol formaba parte de un pequeño grupo con un origen común. Con este, en concreto, no tenía pensado quedarme. No me parecía para nada agraciado, así que no le presté demasiada atención. El aspecto que presentaba hace dos años era el que os muestro en las siguientes fotografías.  

   










DECISIÓN DRÁSTICA

    Como queda de manifiesto el árbol no era para nada bonito: tramos muy rectos, cilíndricos, sin vegetación en las zonas que nos interesan, no lo convertían en el mejor candidato para su transformación en bonsái. Tan sólo la base,  bajo mi punto de vista, tenía algo de potencial, así que a ella iba a prestar mi atención. Os la muestro en detalle.


    El resto del ejemplar tenía un difícil aprovechamiento, así que decidí cortar por lo sano. Aprovechando que había unos pequeños brotes saliendo de la parte baja del tronco, tomé la sierra y corté por encima de ellos.


    Aquí podéis apreciar bien la magnitud de la parte sacrificada, más de la mitad del total del pequeño roble.




CORRIGIENDO MÁS DEFECTOS: LAS RAÍCES

    Había decidido poner en valor este árbol y no era posible realizar un buen trabajo sin pasar revisión al estado de las raíces. De este modo aprovecharía también para trasplantarlo. Al extraerlo del sustrato y tras una posterior limpieza, se aprecia claramente el siguiente reto: las raíces eran francamente feas. 



    Quería hacer un cepellón lo más plano posible así que, lo que se imponía, era reducir a la mínima expresión la raíz apical que aun conservaba. Era una operación de cierto riesgo, por lo que tampoco quería ser extremadamente agresivo llegados a este punto. De todos modos, sobre todo en material yamadori, hay veces en que no te queda otra que jugártela. Puedes conservar determinadas raíces para asegurar la supervivencia, pero sabemos que, a la larga, habrá que eliminarlas si queremos pasar el ejemplar a una maceta de bonsái. Así que eso fue lo que hice.



CULTIVO EN CESTA

    Al reducirle el cepellón me dí cuenta de que para nada iba a necesitar una maceta tan grande como la que tenía anteriormente. Tenía por casa algunas cestas de las que se utilizan para el cultivo de nenúfares y decidí echar mano de una de ellas. De este modo las raíces llegan a tener un desarrollo óptimo ya que están perfectamente ventiladas y drenadas. El aspecto del prebonsái ya había cambiado. Hay que ver lo que hace un simple corte de sierra, ahora ya sí había una base para trabajar.






EL TRABAJO DE ESTA TEMPORADA

    Desde el 2.014 que lo he puesto en la cesta, el ejemplar no ha parado de emitir nuevas brotaciones. Yo he ido seleccionado aquellas que me interesaban para el diseño. Las he ido alambrando y corrigiendo, rebajando el tocón superior, etc. Lamentablemente no he realizado fotos de este proceso lento pero contínuo. Sería que todavía no me creía que fuese a sacar nada de ahí.

    Estamos ya a principios de febrero de este año y tomo la decisión de continuar con su formación. Para ello me propongo volver a supervisar el estado de las raíces y, si las circunstancias son favorables, continuar con el proceso de reducción del cepellón. Pretendo plantarlo en una maceta japonesa de cultivo, pero ¡ a ver si es posible !.


    Extraer la planta de su anterior contenedor no resultó para nada complicado debido, en parte, a la mezcla granulosa que había utilizado hacía dos años. Por cierto, para los curiosos, ahí hay un poco de todo, se trataba de una mezcla de viejos sustratos reutilizados, así que para nada era un sustrato convencional. Eso sí, una cosa que me gusta añadir a los Quercus en general es un puñado de mantillo de robledal. Ayuda en el correcto micorrizado del vegetal, por venir cargado de esporas del hongo micorrizógeno.



    Como se puede observar en la instantánea inferior el desarrollo de las raíces ha sido más que satisfactorio. Era evidente que  precisaba un trasplante, aunque en un principio no era uno de los que tuviese en mi "lista de prioridades" para este año. Si os fijáis bien se ven las micorrizas, son estas manchas blanquecinas que aparecen repartidas por todo el cepellón.


    Volví a ser bastante drástico con la eliminación de raíces, ya veis que no me anduve con muchos miramientos, el hecho de estar perfectamente micorrizado me daba una seguridad extra.


    En el futuro aún tendré que corregir alguna de esas raíces fuertes que ven, pero de momento prefiero no arriesgar más. No me gusta lavar las raíces de las especies de esta familia y no lo hago nunca. Bajo mi criterio es siempre preferible que quede algo de sustrato viejo aherido a los capilares que dejarlo totalmente limpio, de este modo la micorrización no tendrá que comenzar desde cero.


    Ya plantado en su nueva maceta de cultivo. En este caso se ha utilizado una mezcla de pomice y akadama al cincuenta por ciento. La capa superior del sustrato está formada únicamente por akadama. Os muestro las fotos del estado final del roble.

Lateral derecho
Dorso
Lateral izquierdo
Frente
    Como se aprecia en las fotografías, algunos brotes no han sido alambrados. He llegado a comprobar que, en esta especie, los brotes muy finos tienden a secar si lo hacemos. Es necesario dejarlos engordar algo más para que toleren bien el alambrado, de lo contrario corremos el riesgo de perder muchos de ellos.

   La punta de la primera rama de la derecha se ha alambrado ligeramente hacia arriba y no se ha reducido su longitud. Esta técnica tiene como objetivo conseguir un aumento de calibre de esa primera rama que, a todas luces, debería ser la más potente del árbol. Cuando haya conseguido que engorde acortaré su longitud para ir trabajando entonces en lograr una mejor conicidad.

Frente
    Me dí cuenta, casi al final, de que no tomé ninguna foto con referencia comparativa. Afortunadamente eso tiene fácil solución. Como podéis observar este es el tamaño ideal para evitar los problemas de espalda, aunque uno se deja llevar y, ¡ ya se sabe !, de vez en cuando termina con algún armario empotrado formando parte de la colección.

    Le auguro un futuro bastante prometedor a este ejemplar, quizás en un periodo de cinco años ya de gusto mirar para él, aunque tardará al menos diez en llegar a su madurez como bonsái.



    Nuevamente llegamos al fin de una nueva incursión en "mi mundo bonsái". Espero que, si no habéis aprendido nada, al menos os hayáis entretenido con su lectura, cosa que siempre agradezco enormemente.

    Os espero a todos en la siguiente marea que, como siempre, promete nuevas emociones. ¡ No faltéis !

    Juan Liñares - "El Capitán".

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